Confesiones de hospital

No fueron semanas ni días, sino varias horas las que pasé en el hospital por un problema de salud que no consideré tan grave unos días atrás.

Mientras estaba sentado, adolorido y esperando mi turno, veía personas llorar, vi camillas y ambulancias, gente corriendo y otros a la puerta diciendo «¡Mi hija está mal!» y recibiendo un «espere por favor» como respuesta. Fue un cuadro bastante diferente al que acostumbro en mi día a día y me permitió entender esa dimensión de la vida, cuando está al borde, cuando se acerca a su final. Intentaré compartirles lo que vi en un 5 puntos

  1. La vida es corta: Hace varios días planificaba las charlas, actividades laborales, familiares, sentimentales y universitarias, pero cuando te encuentras con la puerta del hospital lo único que importa es despertarte al día siguiente, ponerte de pie nuevamente. Nos afanamos tanto por cosas que creemos que sucederán, pero la vida no es tan larga como creemos, es corta y puede terminar en el momento menos esperado. Vive cada día.
  2. Entiendes qué vale la pena y qué no: Al estar sentado con dolor, angustiado por el diagnóstico y débil por todo lo que estás pasando te das cuenta que no tiene sentido matarte trabajando por un teléfono «inteligente», por un auto o una casa. De nada sirve tu ropa de marca, a menos que quieras ser un difunto elegante. Entiendes que vale la pena cada momento vivido con tu familia y las personas que amas, porque la vida está hecha de momentos. Tu familia no heredará tus posesiones sino tu legado.
  3. Aunque estés mal, otros están peor: y debes ser agradecido con Dios por tus circunstancias. No debes minimizar tu situación, pero sí debes ser consciente de lo que vives y de lo que otros viven.
  4. Dios es el Dios de la vida y de la muerte: Así como la vida empieza, debe terminar y eso está en manos de Dios. En los últimos 7 días, dos familias que yo aprecio mucho perdieron a un ser querido. Me gustaría decir «Dios, ¡por qué!» pero se que es parte de nuestra estancia en la tierra, somos seres con un comienzo y un fin, y eso también Dios lo tiene bajo control. Es difícil, ni yo logro entenderlo, y me costará vivirlo, pero se que es parte de vivir.
  5. Te ubica en tu lugar en el ciclo de la vida: Un día Mufasa le dijo a Simba que desde la pequeña hormiga hasta el veloz antílope, todos cumplen su lugar en el ciclo de la vida. Un momento de dificultad te ayuda a ubicarte. Mientras esperaba, en medio de esas inyecciones, chequeos y exámenes pensaba «Cuando salga de aquí, si me recupero ¿qué quiero hacer en mi vida?» No tienes que ocupar un lugar, sino TU lugar en el ciclo de la vida. Haz lo que debes hacer en tu vida, que al terminarla puedas despedirte con la satisfacción de una labor bien realizada.

Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; 

-Salmo 23.

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