Las tablas de mi cama

Un día estaba con mi papá en casa y me dijo que necesitábamos cambiar las tablas de la cama. Yo no sabía a qué se refería hasta que quitamos el colchón y descubrí que la cama sólo era un marco, y que horizontalmente estaban dispuestas varias tablas que sostenían el colchón. Sin las tablas, el colchón se iría al piso.

De vez en cuando la gente se acerca y saluda, me felicita, me anima, otros me dicen sus opiniones y una pregunta que me sorprendió hace un tiempo fue de un chico en Colombia que me dijo «¿Y qué hiciste para dar charlas?». Yo le dije que sinceramente no había hecho algo, y me dijo «claro claro, pero ¿has hecho publicidad o tienes alguien que te ayuda con marketing?» y le dije que no, carezco de un manager o alguna cosa parecida. Tengo gente que son mi soporte, asesores, editores, amigos, consejeros, pero no alguien que trabaja para que Jimmy se haga famoso o algo por el estilo.

A veces nos fiamos del colchón pero nunca ponemos tablas y todo se va al piso.

 

Tienes un colchón excelente, nuevito, impresionante: tus talentos, tu capacidad de hablar a otros, tus consejos, tu música, tu trabajo, tu dinero, tus sueños y metas; pero todo eso se irá abajo en algún momento si no pones las tablas adecuadas. Te lo digo porque a mi me pasa.

Muchos chicos me escriben y me dicen que quieren servir a Dios, que quieren hacer muchas cosas para predicar, para alcanzar más personas con el evangelio, quieren trastornar sus realidades y sociedades pero no lo hacen. Un día me pregunté qué pasa con ellos y me di cuenta que si no tienen tablas bajo su colchón, no podrán con el peso de la responsabilidad que es llevar un ministerio adelante, una empresa, tus estudios, una relación sentimental.

Llevo años de servicio en silencio, de gastar de mi bolsillo para servir y ayudar a otros. Muchas veces me he sentado a invitarle a un café a alguien para aconsejarle gastando las últimas monedas que tenía; en otras ocasiones he tenido que arrodillarme y orar por alguien sin entender por qué. Eso lo aprendí de quienes me han guiado, viendo las tablas de los colchones de otros.

Muchas veces escribí prédicas en mi cuaderno sin saber si algún día las compartiría con la gente, o me subí a un bus para llegar a una iglesia que no podía darme una ofrenda para el transporte. Muchos piensan que cada invitación representa dinero para mi, no es así y no me importa, mis tablas no son los presupuestos, tampoco la fama o el reconocimiento; mis tablas son el amor por los jóvenes, la pasión por servir con lo que Dios me ha dado, ayudar a otros a conocer a Jesús. Soy agradecido con quienes me han dado una ofrenda, un sanduchito de queso, un vaso de gelatina o un ticket de avión, esas son pequeñas alegrías que no se comparan con ver jóvenes con lágrimas en los ojos reconciliándose con Dios, abrazando a su pareja o a sus padres pidiendo perdón.

Como decimos con mi amigo y pastor Gio: para esto nacimos, y cuando sabes para qué naciste darás todo lo que tienes por ver hecho realidad el sueño que Dios puso en ti. Pon las tablas adecuadas en tu vida.

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