No des el consejo que no te han pedido

Por nuestras venas, además de plaquetas y globulos, corre una necesidad por aconsejar a la gente, por decirles cómo vivir, qué hacer, qué decir, cómo comportarse, como si nosotros fuéramos los genios de la vida, los expertos en existir.

En una charla para padres dije que escuchemos para oír, no para contestar, refiriéndome a que escuches sin pensar en un posible consejo, sino sumergiéndonos por completo en el relato del otro. ¿En cuántas conversaciones has escuchado al otro y enseguida en tu cabeza numeraste los consejos que querías decirle apenas termine de hablar?

En una ocasión, un adolescente en la iglesia me contó todo un problema que tenía con su familia, con su autoestima. Varios minutos escuchando y realmente estaba identificándome con lo que me contaba, hasta que muy triste terminó la conversación. Le dije «¿puedo darte un consejo?» y me dijo «¡Es lo que necesito!».

Hay una gran diferencia entre crear un puente en lugar de lanzar diagnósticos como si fuera un consultorio. Cuando creas puentes, conectas corazones.

La sabiduría no se mide únicamente por lo que dices, sino también por tu silencio.

Cuando tus amigos conversen contigo, escúchalos. Cuando tu pareja te cuente algo, escucha sin pensar en todos los posibles consejos. Cuando tus hijos confíen en ti, oye lo que te están diciendo, cómo lo dicen, por qué lo dicen, y sobretodo valora que están conectándose contigo.

El verdadero sabio emplea pocas palabras;
la persona con entendimiento es serena.

Proverbios 17:27 NTV

Scroll al inicio