Jesús, nos decepcionaste.

Estamos cerca de la semana santa, así que hagan el favor de no pecar tanto como el resto del año. Plop!

En Ecuador se acostumbra empezar la semana santa el domingo previo a ella con lo que se llama «Domingo de ramos». La gente católica va a la iglesia y compran ramas de palma recordando al recibimiento de los jerusalensenses (Jerusalensenses: Dícese de los habitantes de Jerusalén) a Jesús días antes de su muerte. La biblia narra que la gente se agolpó en la entrada a Jerusalén para recibir al que días después crucificarían.

La gente, de acuerdo a la Biblia gritaba cosas como ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel! y ¡Hosanna! que significa Sálvanos ahora. Al parecer estaban realmente emocionados por la llegada de Jesús… durante unos días.

El territorio sobre el que estaba Israel había sido conquistado por los romanos, por lo que Jerusalén estaba bajo su yugo. Pensaban que Jesús, dada la cantidad de milagros y poder de convocatoria que tenía, era su salvador, pero no el salvador de sus corazones como ahora lo conocemos; ellos se imaginaban a un Ben Hur, a un Leonidas como en la película 300, un Rambo, Rocky, Gokú, o Seya de los Caballeros del Zodiaco y lo que obtuvieron era un tipo con carácter y firmeza, pero no con armas, alguien que estaba más preocupado de redimirlos como personas que convertirse en un Thor o un Iron Man palestino.

Como sabrán, días después de aquel gran recibimiento Jesús era llevado a la corte para ser juzgado. La gente que gritó con alegría cambió su discurso por un «¡Crucifíquenle!». Jesús los había decepcionado.

De niño me impresionaba aquel cambio de actitud hacia Jesús, hasta que lo viví por primera vez, de ser el Jesús rey de mi vida y de todo el universo y galaxia existente pasaba a ser mi mayor enemigo en cuestión de segundos, quien frustraba mis planes y no era quien yo pensé que sería.

Quizá la próxima semana mires la película La pasión de Cristo y llores pidiendo perdón por los pecados cometidos y por cometer, quizá le prometas que nunca más serás el mismo, que ahora él tiene el control de tu vida, pero cuídate de lo que dices. Dios no necesita que le hagamos promesas, él no necesita nuestra «aprobación»; como diría mi amigo Javier Gudiño «Dios no tiene problemas de identidad, él no busca nuestra aceptación» La próxima semana las promesas son innecesarias, lo que se necesitan son decisiones y coraje para cumplirlas.

Si lo que buscas es una aspirina mágica solucionadora de problemas, Jesús te decepcionará; si lo que buscas es un cambio de vida, bienvenido, encontraste al salvador del mundo.

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