El Dios de los desgraciados

En algún momento de mi adolescencia me di cuenta de algo muy interesante sobre los cristianos que me rodeaban: Todos habían tenido una vida difícil, desastrosa, calamitosa, drogadicta, triste, en fin. Y cuando llegó Jesús a sus vidas cambió su realidad, el borracho dejó el licor, el mujeriego dejó las mujeres, y el marihuanero dejó la hierba (porque se olvidó donde la dejó). Así que, comparando sus vidas con la mía tomé la decisión de hacer algo muy malo como para que Dios me tome en cuenta y cambie mi vida. Error número 1.

En los años 90 el marketing de Jesús estaba orientado a los fracasados o derrotados.

  • Si eres un alcohólico necesitas a Jesús en tu vida.
  • ¿Tu familia es un fracaso? Necesitas a Jesús en tu vida.
  • ¿Tu paso por la vida es tan triste que quieres morirte? No lo hagas, lo que necesitas es a Jesús en tu vida.
  • ¿Sientes un vacío en tu corazón? Ya saben cual era la respuesta.

No digo que no sea cierto, pero todo estaba orientado al pesimismo. En una ocasión un profesor le dijo a un amigo «Es que tú tienes un vacío en tu corazón que necesita ser ocupado por Dios» y mi amigo le respondió «Yo no tengo ningún vacío, soy feliz, no tengo vicios.» Y mi profesor no supo qué decir. Todo estaba orientado a «Si te falta algo, ven a Dios».

Con los años entendí que creer no se basa en lo que falta, sino en un cambio. Si Dios llegó a tu vida en circunstancias difíciles, es tu historia. Pero si a ti no te falta nada, no te diré «Sí! Sí te falta algo! Te falta creer en lo que yo creo». Jesús es un nuevo estilo de vida, se trata de saber qué decía, qué pensaba, cual era su filosofía de vida para entender que él es más que una aspirina quitapánicos y problemas.

Y para no olvidar el versículo bíblico de este post recordemos a Nicodemo. Él era un tipo exitoso. En este tiempo hubiese sido pastor, predicador, asambleísta, diputado, gerente de Apple. Él no se acercó a Jesús como el ciego, pidiendo sanidad, ni como María Magdalena pidiendo perdón por una vida un tanto desordenada (y compartida). Él quería saber quién era Jesús, ese tipo que les daba lecciones de vida, nada más. Y Jesús le dijo:

Te aseguro que si una persona no nace de nuevo no podrá ver el reino de Dios.

Listo, nada más.

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