Las crónicas de Elías: El fuego, el terremoto, el viento y el silencio

El título del post de hoy podría ser de un libro de Narnia, sin duda. Pero preferí no hacerme millonario, y escribirles a ustedes.

La pregunta de hoy, para los que son cristianos es: ¿Cómo sabes que Dios está en tu vida?

En mi adolescencia escuché cualquier cantidad de charlas, conferencias, prédicas, sermones e historias de personas que hablaban de la presencia de Dios con ellos. Algunos narraban que cuando oraban, las cortinas de la casa se movían; otros temblaban; otros veían ángeles y así puedo continuar con las historias de cada uno de ellos. Y como era un adolescente que quería sobresalir y conocer esas experiencias increíbles,me tracé la meta de orar hasta que a mí me suceda lo mismo que a ellos. Error número 1.

Me arrodillé muchas veces para pedirle a Dios que se muestre en una manera sobrenatural en mi vida, realmente esperaba escuchar una voz tenebrosa que dijera “Jimmy, soy Dios (¡bruuuuuum! sonidos de truenos y relámpagos)” Eso no sucedió, tampoco se movieron ni las cortinas ni el piso de mi casa. Así que pensé que no tenía suficiente fe para que cosas asombrosas sucedieran.

Empecé a desanimarme porque a mí no me pasaban cosas asombrosas. Pero resulta que Dios habla de manera diferente a cada persona, y cuando descubrí eso pensé “¿es en serio?”. 

En el primer libro de Reyes, en la biblia, puedes leer una historia que a mí me pareció muy similar. Elías era el último profeta de Jehová, a todos los demás los habían matado. Así que huyó a una montaña y se escondió en una cueva en ella. Y esto pasó:

Entonces El (Jehová) dijo: Sal y ponte en el monte delante del SEÑOR. Y he aquí que el SEÑOR pasaba.

Y un grande y poderoso viento destrozaba los montes

y quebraba las peñas delante del SEÑOR;

pero el SEÑOR no estaba en el viento.

Después del viento, un terremoto;

pero el SEÑOR no estaba en el terremoto.

Después del terremoto, un fuego;

pero el SEÑOR no estaba en el fuego.

después del fuego, el susurro de una brisa apacible.

Y sucedió que cuando Elías lo oyó, se cubrió el rostro con su manto, y salió y se puso a la entrada de la cueva.

Y he aquí, una voz vino a él y le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías?

¡Me ha pasado tantas veces! No es que haya sentido un terremoto, pero sí he visto cosas que impresionan, que asombran, que deslumbran, y por enfocarme en lo deslumbrante me he perdido lo importante. He pensado que Dios estaba en acciones, lugares, eventos o sucesos en los que realmente él no se encontraba.

No te confundas, el terremoto, el viento o el fuego pueden ser cosas sobrenaturales, increíbles, asombrosas, despampanantes, pero Dios quiere hablarte en el susurro de una brisa apacible. Si te conformas con el viento, el terremoto o el fuego, te vas a perder la voz de Dios. Él está en el silencio de tu corazón. No te dejes impresionar, espera, espera y espera hasta que lo escuches a él.

(Este post es parte de una miniserie que he llamado Las Crónicas de Elías. La próxima semana estará lista la segunda parte)

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